11 de mayo de 2015

AGUILA ROJA- EL BESO, CAP 84

El beso.
El tan esperado y ansiado beso. Uno que no es ni virtual, ni es un recuerdo, ni una ensoñación, ni una visión, ni un desear.

Un beso dado con el alma y recibido con el corazón.Un corazón atormentado, que solo bombeaba por aquel ser al que adoraba.Un ser que ya no estaría nunca más a su lado. Y en aquel momento, cuando ya no podía más, de nuevo el destino le ofreció otra oportunidad.


Sus ojos no podían creer lo que estaban contemplando. Frente a ella, aquel monje encapuchado descubría su rostro. Un rostro que reconoció al instante, un rostro rebosante de amor. Y su corazón roto por aquel dolor infinito, que le desgarraba las entrañas, dejó de sangrar, al igual que sus latidos, pues su corazón, ante aquella visión, había dejado de palpitar..

Toda la estancia se cubrió de un silencio celestial, dejando a Margarita paralizada, inmóvil, intentando comprender lo que estaba sucediendo. No podía ni pensar. Quería decirle tantas cosas, tenía tantas ganas de hablar. Pero en aquel momento, sobraban las palabras, y no le podía dejar de mirar.  

Cuando sus ojos se cruzaron, sus corazones volvieron a latir con intensidad al ritmo del corazón del otro, igual que venían haciendo desde la más tierna infancia. Acelerados por el momento, desbocados por la emoción. Ellos, y solo ellos, en un lugar, en un rincón. Y el tiempo se detuvo, y fue entonces cuando Margarita corrió hacia Gonzalo,corrió hacia su amor.

Cuánto  había llorado, cuanto se había arrepentido de todo lo que no le había dicho, de todos los momentos que no pudo vivir junto a él. Y ahora frente a Gonzalo, volvía a sentir aquella hermosa sensación, la del profundo sentimiento que la unía a aquel ser al que amaba más que a su propia existencia. Y que por mucho que lo intentara, no podía ni quería apartarse de él, ya que Gonzalo era parte de ella, era su vida misma, era su misma piel.



El impulso que salió de su alma, la lanzó hacia sus fuertes brazos. La alegría guió sus manos, para acariciar su rostro, con devoción. El contacto con su piel le demostró que Gonzalo estaba vivo, y que volvía a estar junto a ella. Y de nuevo el llanto nubló su razón, ¿acaso deliraba al ver aquella aparición?, pero su voz, confirmó su presencia y Margarita ya no sentía dolor. 

Sus ojos buscaron los suyos, hasta que los encontró, y se dejó llevar por su mirada, balanceándose en su candor. Él la abrazó, y sus cuerpos se entrelazaron hasta producirle dolor. Cuánto le amaba ella, y cuánto la amaba él.

La vehemencia venció a la razón y pronunciando su nombre buscó sus labios con desesperación. Aquellos que tanto ansiaba, aquellos que tanto deseaba. Ahora tenía la posibilidad de volver a besarle, y de demostrarle que nunca le había olvidado, cómo no la había olvidado él. Y su amor bañado en sal por aquellas lágrimas que brotaban sin cesar, sellaron aquel momento, en aquel rincón y en aquel lugar.

Besines y A más ver!!!



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