20 de abril de 2015

RELATO- EMILIA ULLOA - EL APOYO DE UNA MADRE.

CAP 23- EMILIA ULLOA- EL APOYO DE UNA MADRE.


María llegó junto con Aurora a la casa de comidas, ambas habían bajado al pueblo paseando a Esperanza en su carrito. Al entrar encontraron a su abuelo Raimundo atendiendo la recepción. El hombre se alegró al ver a sus nietas y salió a su encuentro.

—¡Que agradable sorpresa!¿Cómo están mis niñas?

—Hola abuelo—respondieron casi a la vez.

Él se asomó al carrito para hacerle carantoñas a Esperanza,  en el mismo momento que Emilia y Alfonso bajaban de las habitaciones.

—Hola hija—dijo Emilia, dirigiéndose a ella—Sobrina—la mujer saludó a las muchachas con un beso. Alfonso se dirigió hacia su nieta.

—Que rebonita está—comentó mientras la miraba, y le hacía cucamonas.

—¿A que habéis venido? —preguntó Emilia.

—Nada madre, queríamos hablarle de algo.

La mujer las miró curiosa, y Alfonso que se dio cuenta de que querían hablar a solas, sin dejar de mirar a Esperanza respondió.

—Anda, ya me llevo yo a mi nieta, mientras vosotras habláis tranquilas.

Raimundo, comprendió y dijo.

—Yo iré a ayudar a Matías que veo que es la hora de los almuerzos y anda algo embarrullado.

 —Gracias padre—dijo Emilia.

Una vez a solas, las tres mujeres se sentaron en  una mesa.

—¿Queréis que os prepare una limonada, o una manzanilla?—preguntó solícita Emilia.

—No madre.

—No, tía Emilia, solo queremos explicarle un asunto.

—Bien pues, vosotras diréis—dijo la mujer juntando sus manos sobre la mesa.

—Pues verá madre…

Las muchachas le pusieron al tanto de las sospechas que habían ido creciendo referente a Tristán. Emilia escuchó en silencio la totalidad de sus recelos.

—Queremos que usted nos dé su opinión tía—habló Aurora.

Emilia, suspiró y moviendo su cabeza les preguntó.

—¿Habéis hablado con Rosario sobre esto?

—No, madre, la abuela no sabe nada.

—¿Y Candela? ¿Qué opina?

—Candela es de la misma opinión que nosotras, no acaba de fiarse de él.

—Bueno, pues… yo… siento decirlo y que mi hermano Tristán me perdone, pero hay algo en ese joven—Emilia se removió en silla— que no deja de inquietarme. Cuando estoy junto a él, sé que estoy junto a mi sobrino, pero no lo siento como tal. Cuando le miro a los ojos… no me transmite esa paz, ni encuentro esa nobleza que tenía tu padre. En sus ojos no encuentro nada que me recuerde a él.
Las muchachas se miraron asintiendo a la vez. Aurora preguntó.

—¿Entonces piensa como nosotras? ¿Cree que posiblemente no sea mi hermano?



—Válgame dios hija, que enormidad. No, Aurora, yo no he dicho eso... Yo solo digo que…no me recuerda a mi hermano, pero de ahí a que no sea mi sobrino va un abismo, ¿Porque habría de mentirnos?

—Pero, si acaba de decir que….

—Aurora, has de pensar que Tristán… tu hermano…

Aurora hizo un mohín de insatisfacción, mientras decía.

—No Emilia, yo solo tengo un hermano y está en el otro lado del océano.

— ¿A qué dices eso hija? Todos sabemos que Gonzalo…

—¡Madre!—interrumpió María—no siga por ahí, por favor, ya sabe lo que pienso al respecto.

—Está bien, como quieras,  no hablaré de Gonzalo, pero…Aurora, tu hermano Tristán, ha crecido sin conocer a tu padre, sin saber ni como era, ni como pensaba, creció a imagen y semejanza de su madre y su familia... y a saber cómo eran ellos.

—Pues yo sigo pensando que hay algo más—espetó Aurora— ¿Qué me dice de mi abuelita?¿Usted cree que siendo él un bastardo, lo acogería como a un rey, poniendo en entredicho su apellido? No Emilia, no.

—Eso sí que me extraña un mundo—dijo Emilia con inquietud.

—¿Entonces… ve bien lo que le hemos dicho madre? —preguntó María.

—Pues…—durante unos instantes miró los ojos de aquellas dos muchachas que esperaban impacientes su aprobación. Al final y después de pensarlo un rato respondió—. Si creéis que es lo mejor... pues adelante, no seré yo quien lo impida.

—Y …¿en lo referente a mi hermano?—preguntó Aurora.

—¿Estamos hablando de él no?

—No madre, Aurora ahora se refiere a Gonzalo.

—María, tesoro mío—Emilia sujetó las manos de María entre las suyas, y el tono de su voz se acarameló— Gonzalo, esta…

—No madre—dijo María incorporándose de un salto de la silla—¡Gonzalo está vivo! Lo presiento. Lo sé.

Aurora la miraba desde su asiento. Una mueca de complicidad y tristeza asomaba a su rostro. Interrumpió con dulzura.

—Yo pienso lo mismo Emilia. ¿Por qué no creer que le pasó lo mismo que a Severiano?

—Si madre, este hombre ha caído del cielo.

Emilia volvió a removerse en su asiento. «Ha caído del cielo, pero viene del mismo infierno» pensó.
—Hija, yo  conozco hace muchos años a Severiano, y creo que…

—Madre... —Interrumpió María, sentándose de nuevo y cogiendo sus manos—necesito creer que Gonzalo está vivo.

Aurora asintió.

Emilia miró a las dos muchachas y suspiró.

—No me hace nada de gracia que tengáis tratos con Severiano, siempre ha sido un soñador, irreflexivo e impulsivo, y creo que la edad no le ha cambiado un ápice…pero si queréis seguir pensando que…

—Si madre, necesito volver a soñar. Pensar que Gonzalo pudo sobrevivir como lo hizo Severiano, me llena de ilusión. Pero, no quiero que tarde tantos años  como lo ha hecho él en volver junto a mí, quiero saber de él ya... y creo que sonsacamos a Tristán....puede que sepamos algo más.

—Está bien… prepararemos  esa idea que os ronda.

María y Aurora, sonrieron y se miraron entre sí.

—¿Cuando empezamos?



Leonardo permanecía en una de las butacas de la casona cuando llegó de manos de una de las sirvientas una misiva. Francisca en aquel momento salía de su despacho, miró desde la distancia la escena.

—¿Es para mí?—preguntó Leonardo a la sirvienta.

—¿Qué es eso? —preguntó curiosa doña Francisca, avanzando hacia ellos.

—No lo ve, abuela. Es una nota.

Ella le miró con rencor.


—Lo veo, no estoy ciega, y ¿Qué dice?

—Para saberlo tendré que leerla, no cree.

—Pues ya estás tardando.

Leonardo se incorporó de su butaca y acercándose a Francisca le dijo.

—Es privado. Así que me retiro a mis aposentos para poder leerla sin miradas entrometidas.

Francisca alzó su rostro y le miró de soslayo, mientras se dirigía hacia la mesa.

—Haz lo que te venga en gana, no me preocupa en lo más mínimo.

—Pues, quede con Dios abuela.

Leonardo se dirigió hacia las escaleras y subió los peldaños lentamente, mientras Francisca le decía a la doncella.


—Llama inmediatamente a Mauricio. ¡Vamos!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Espero vuestros comentarios!! No os vayáis si comentar!! Gracias ♥

LIBRO INTERACTIVO - APLICACIÓN MOVIL

LIBRO INTERACTIVO - APLICACIÓN MOVIL
Un libro dónde tu eliges el destino de su protagonista. AYÚDAME A DIFUNDIRLO- Descárgatelo- es GRATIS.y no te olvides de comentar y valorar!

Y TÚ, QUE OPINAS?

Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *