22 de abril de 2015

RELATO- LIBERTAD.

CAP 24-  LIBERTAD.


El graznido de los flamencos surcando el inmenso cielo, era el aviso diario, de que  la llegada de Matilde estaba próxima. Martín se precipitó sobre su camastro, intentando ver por el resquicio del único ventanal que había en aquella cueva, el azulado cielo, y esperó como cada atardecer ver pasar aquellas rosadas aves, cuyos chillidos era uno de los pocos sonidos que escuchaba desde aquel recóndito lugar. Tan solo la conversación con Matilde y el continuo oleaje del mar eran lo que le hacían sentir que estaba vivo. Por eso, cada vez que aquellas majestuosas aves gruñían al cruzar el cielo, él corría para ver el rosado colorido de su plumaje, algo que le llenaba de esperanza pensando que algún día él también podría volar como ellos hacia su hogar.  

Martín las contempló en silencio, hasta que vio desaparecer la última de las aves, y con ella el sonido de su canto. Cuando el silencio volvió a reinar en la mazmorra,  bajo de su camastro, cerrando sus ojos y pensando que otro día había pasado para él. Otro día sin poder ver a María, ni a su querida Esperanza, y su recuerdo le pesó como una losa.



Pero él mismo se dio ánimos, pensando que en breve podría mantener la conversación diaria que desde hacía varios días mantenía con la muchacha. Aquel día la esperaba más ansioso que de costumbre, pues esperaba respuesta de la carta que le había entregado para que la llevara a la hacienda Montecristo, pero extrañamente,  aquel día la muchacha no llegaba y poco a poco, la luz que entraba por la rendija, se fue debilitando más y más, igual que su ilusión por recibir respuesta. ¿Qué le habría pasado? ¿Por qué tardaba tanto?

De pronto una inquietud le zozobró el alma. Si algo les ocurriera a Matilde y a su padre, nadie sabría que él estaba allí, tan solo Leonardo y este se encontraba en España y la intención era dejarle morir allí. Entonces pensó en lo estúpido que había sido. Había perdido la oportunidad de explicar en la misiva que envió con Matilde, que  estaba preso, que Leonardo le retuvo y que le buscaran junto a la playa. ¿Cómo no se le había ocurrido? Solo pensaba en María y su hija, y no pensó en él, en explicar que estaba retenido en contra de su voluntad.

Martín empezó a caminar de un lado al otro. Pensamientos nefastos le nublaban los sentidos, y empezó a desesperar. Si nadie sabía que él estaba allí, nadie le traería alimentos, y moriría por inanición. Martín desesperado, intentó forzar los barrotes, pero fue imposible… ¿Cómo podría hacerlo? No había nada que pudiera hacer para escapar de allí, tan solo rezar. Desesperado se sentó sobre el camastro, pidiendo a Dios  que no le abandonara, y que Matilde apareciera en cualquier momento.

Y pasaron las horas, y la negra capa de la noche cubrió por completo aquel rincón olvidado del mundo. Martín, tumbado sobre el camastro permanecía con la mirada perdida en la profunda oscuridad, manteniendo sobre su pecho, la fotografía de María y la niña aferrada en sus manos. Así pasó varias horas, inmóvil, y  en silencio, esperando Dios sabe qué.

De pronto, un estruendo hizo que reaccionara y el resplandor de un relámpago iluminó la oscura celda. De nuevo la tormenta en medio de la noche. El cielo crujía y las gotas de lluvia se escuchaban caer con fuerza sobre la tierra. Martín sabía que si no ocurría un milagro, nadie vendría a visitarle. Pero entonces, vio un ligero resplandor, pero ese resplandor no provenía de la pequeña ventana, y eso hizo que mirara hacia el lugar de donde provenía aquella claridad,  y la alegría volvió a sus ojos.

Matilde entró sigilosa, camino hacia él, con un candil en la mano.

—¡Matilde!—Martín dio un respingo y  se incorporó de su camastro, acercándose presuroso hacia los barrotes. Al verla junto a él, respiró aliviado—¿pensé que te había pasado algo?

—Disculpe señor. Tenía que esperar a que estuviera bien entrada la noche, para poder venir.

Martín frunció el ceño.

—¿Esperar a que estuviera bien entrada la noche? ¿Por qué?

—Verá—Matilde se aproximó a los barrotes. Y antes de explicarle, dejó sobre el frio y húmedo suelo un hatillo.

—¿Qué es eso que llevas niña?

Matilde sin decir nada, sacó de uno de sus bolsillos una llave y abrió la celda donde se encontraba recluido Martín. Él atónito, no daba crédito a lo que estaba viendo.

—¿Qué haces Matilde?

Ella, le apremió.

—Señor. Le he traído ropas limpias, y algo de comida. También he cogido algo del dinero que tiene mi padre escondido en el viejo jergón.

—Pero… —Balbuceó Martín sin comprender, mientras miraba el hatillo que Matilde le había arrimado.

—Vístase rápido, ha de huir.

Martín se quedó sin reacción.

—¡Vamos! ¿O es que no quiere ir con su familia?

Él la miró sin hablar, aquella niña que permanecía junto a él, le estaba proporcionando una vía de escape, un regreso a la vida. Martín reaccionó.

—Sí, si claro. Como no voy a querer regresar. Pero tu…

—Por mí no pase fatiga. Ande vístase, no pierda más tiempo.

Matilde se dio media vuelta esperando que Martín se vistiera. Él rápidamente obedeció, mientras preguntaba.

—¿Pero de dónde has sacado estas ropas?

—Ya le dije que mi hermana trabajaba en una casa de posibles, y poco me ha costado a mí agenciarme un traje de esos. Sus amos ni lo notarán, tienen muchos y estos son de los más usados.

—Bendita muchacha—dijo Martín mientras calzaba los zapatos—¿Porque haces esto niña?

—Porque… la curiosidad es uno de mis muchos defectos, y leí la carta—Martín sonrió.

—Ya te dije que podías hacerlo.

—Sí, bien lo sé, pero eso no se hace, eso es de fisgonas, al menos es lo que me repite una y otra vez mi hermana cuando le intento leer las cartas que le escribe el mozo de las cuadras. Pero el caso es que la leí, y me dio tanta lástima y tanta rabia cuando la engreída de la señora de la hacienda no me quiso recibir, que me prometí ayudarle a que pudiera volver con su esposa y su hija y le diera su merecido a don Leonardo.

Martín volvió a sonreír con nerviosismo, no sabía si era por la historia de Matilde, o por sentir que volvía a ser libre.

—Ya puedes voltear Matilde.

—¡Deme esas ropas!—dijo mientras preparaba de nuevo el hatillo.

—Para que las quieres.

—Para desaparecerlas. Mi padre no sabe nada de esto. Y yo diré que cuando llegué, no había nadie en la celda. Que se esfumó, por el arte de birlibirloque. Porque eso es lo que hará. He podido averiguar, que esta madrugada zarpa hacia España un buque, que se llama…. —Matilde se quedó pensando unos instantes. —Algo de Sevilla, o pueblo de Sevilla.

—Será, el Ciudad de Sevilla.

—Eso. Ciudad de Sevilla. Por aquellas casualidades del destino, me he enterado de que un comerciante, iba a partir en el buque, pero que al final no lo va a hacer porque se ha indispuesto. Por lo visto ha contraído una infección intestinal que lo tiene pegado al escusado todo el día. Así que he pensado que bien podría ser usted ese tal…Eladio no sé qué.

Martín sonrió.

—¿Eladio? ¿Y cómo has conseguido esa información?

—Una que tiene sus recursos.

Martín alzó las cejas. Matilde continuó.

—Bueno, se lo voy a decir. Uno de los hijos de mis vecinos que trabaja para un mercader, me lo ha comentado. Este joven siempre me requiebra, y yo me he aprovechado de eso para sonsacarle y pedirle que me ayude.

—Muchacha. Nunca olvidaré lo que estás haciendo por mí.

—Ya me lo agradecerá en otro momento. Pero ahora tiene que marchar.

Martín, cogió su mochila, y se acercó a Matilde. La muchacha le tendió la tarjeta de embarque que sacó de su bolsillo, junto con un pañuelo que envolvía algo dentro de él.

—¿Qué es esto?

—El dinero para la travesía. No pretenderá ir sin chavo alguno siendo un señor bien aposentado.
Martín lo desenvolvió, y ante sus ojos tenía un buen fajo de billetes.

—¿Pero esto? Esto… no lo puedo aceptar. Tú lo necesitarás, tu familia...

—No me lo niegue por favor—Le dijo apartando la mano de Martín que había tendido hacia ella— Ese dinero es el que cobró mi padre por retenerlo, por el trabajo sucio que le encomendó ese endriago y no lo debería haber aceptado, ni el trabajo, ni el dinero ya que solo le ha causado sufrimiento.

—Pero si Leonardo se entera, tu padre morirá.

—No creo que se entere. Confío en que usted pueda denunciarlo allí en las Españas y nunca vuelva a Cuba. Solo traía preocupaciones a mi padre, ya que le obligaba a trabajar para él.

—Está bien niña—Martín guardo el dinero y el boleto en el interior de su chaqueta y  tendió la mano para acariciar el rostro de la muchacha.

—Nunca estaré lo suficientemente agradecido por tu buen corazón.

—Yo quedo tranquila, sé que es un buen hombre y no podía consentir que viviera de esta manera, mientras en España le espera su mujer y su hija.

Martín la miraba en silencio.

—Márchese ya, o no llegará a tiempo. Y… aproveche que ha dejado de llover.

—Tienes razón, no me había dado cuenta—entonces le asaltó una duda——Pero… hacia donde tengo que caminar.

—Usted vaya bordeando la playa y que esta esté a su derecha, a poco de aquí, llegará al poblado. Allí puede encontrar algún caballo o incluso alguna calesa que le lleve al puerto de la Habana.

Martín se colgó la mochila con sus pertenencias, y le dijo a la muchacha.

—Si alguna vez necesitas algo de mí, búscame.—Buscó un trozo de aquel raído papel que durante los últimos días le había traído y le escribió apresuradamente la dirección del Jaral—No lo olvides, sea lo que sea.

—Sí señor, lo tendré en cuenta. Pero usted me tiene que prometer que se encargará de que el señor Leonardo no vuelva jamás a Cuba.

—Lo intentaré.

La muchacha cerró los ojos y asintió.


Martín con el corazón en un puño caminaba hacia la puerta de salida, poco a poco, el aire limpio del exterior se iba entremezclando con el pesado olor del interior de aquel lugar. Sus sentidos se relajaron al contacto con aquella brisa, respiraba libertad, pero cuando por fin iba a cruzar el umbral de su libertad volvió a mirar a Matilde y le dijo.

—Gracias Matilde. No lo olvidaré.

—Ni yo a usted señor.


Y Martín marchó rápidamente, en busca de su hogar.

A más ver,


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Espero vuestros comentarios!! No os vayáis si comentar!! Gracias ♥

LIBRO INTERACTIVO - APLICACIÓN MOVIL

LIBRO INTERACTIVO - APLICACIÓN MOVIL
Un libro dónde tu eliges el destino de su protagonista. AYÚDAME A DIFUNDIRLO- Descárgatelo- es GRATIS.y no te olvides de comentar y valorar!

Y TÚ, QUE OPINAS?

Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *