DULZURA, BAJO LA CORAZA DE MAURICIO GODOY- EL YIN Y EL YANG DEL CAPATAZ.
Hoy voy a comentar sobre un personaje que me encanta, y que desde el minuto
1 de El Secreto de Puente Viejo, supe que sería uno de los principales, personajes
que más irritación y desconcierto nos produciría, y en el transcurso de los casi
900, capítulos así ha sucedido, siempre a mi modo de ver.
Mauricio Godoy, es GRANDE, porque lo hace grande MARIO ZORRILLA... por su
gran actuación, por su especial talento, por sus grandes ojos claros de mirada
profunda, por su gran y majestuosa voz. Una voz, que imagino, al escucharla como un susurro en momentos
de intimidad, te podría llegar a acariciar el alma y transportarte
al séptimo cielo, y/o por el contrario, al sentirla enojada, sonaría como el
más ingente estruendo. El rugir, del grito huracanado del mismísimo Zeus, una
voz tan profunda como inmensa, de la que nunca te podrás olvidar pase lo que
pase.
imagen del facebook, Mario Zorrilla |
Así es, o así veo yo a mi querido y entrañable, capataz de la Casona. El fiel
servidor, Mauricio Godoy. Pero todo, no siempre ha sido así, Mauricio ha ido
cambiando con el paso de los años… pero sin perder el norte. Siempre a la
sombra de la malvada y perversa Doña Francisca Montenegro. Su ama y señora,
casi el aire que necesita para respirar.
Llevamos tres, años día tras día, contemplando, escuchando y viviendo todos
sus movimientos y casi habíamos olvidado, los tejemanejes, y fechorías de
Mauricio, pues a fecha de hoy me he dado cuenta de que tenemos la memoria de un
pez. Ya que le miramos, le escuchamos casi con lástima en algunas ocasiones,
olvidando lo malvado, perverso y abellacado que era, y que supongo seguirá
siendo… o no!!
Pero recapitulemos… para encontrar algún resquicio, en la memoria que tan
adormecida la tenemos llegando al capítulo 883, recordando cómo era o es, en
realidad, nuestro querido Mauricio.
Recuerdo, que hace ya la intemerata, el capataz de la casona, era despiadado,
obedeciendo sin pestañear, apaleando si fuera preciso hasta la muerte, a todo alborotador,
que incitara a los trabajadores de su señora, trabajadores que llegó a creer
casi suyos, a los destripaterrones que llamaba con desprecio, a sus jornaleros.
Estos eran carroña, eran miserables, no se merecían nada, y tenían que ganarse el
poco jornal que le pagaba puntualmente la doña, trabajando duro, tan duro, como
el látigo que fustigaba sus cansadas carnes consumidas por el sol y el sudor de
cada día, al faenar las tierras, a cambio de una estabilidad, a veces dudosa y
en pos de la señora de la comarca, la dueña de Puente Viejo y de su bienestar,
por encima del de ellos y el de sus familias.
Mientras que, para el pueblo y sus habitantes, el único miserable que había
en aquellos parajes, a parte claro está de la señora, era Mauricio, al que sabían que no le temblaba el pulso por acatar las órdenes
de la doña, fueran cuales fuesen, aunque él, las disfrazara de obligación, respeto y
fidelidad hacia su dueña, acallando así su conciencia y sus más nobles sentimientos.
Por aquel entonces, Mauricio era un ser sin escrúpulos, vacío de sentimientos, o quizá los tenía tan escondidos, que ni el mismo, sabía que los tenía en su interior. Con el devenir de los años, se ha tornado algo más, sensible, si es que se le puede llamar así.
Por aquel entonces, Mauricio era un ser sin escrúpulos, vacío de sentimientos, o quizá los tenía tan escondidos, que ni el mismo, sabía que los tenía en su interior. Con el devenir de los años, se ha tornado algo más, sensible, si es que se le puede llamar así.
Aunque la primera vez que me hizo estremecer, fue en la primera temporada, con las secuencias de Efren, el
hijo oculto de Salvador Castro, al que, día a día, había cuidado como si fuera
su verdadero hijo. Quizá porque aquel muchacho le llenaba de ternura, llenando
aquel vacío que dejó su amada, al morir. Por aquel entonces nos mostraron que
Mauricio escondía bajo su armadura inexorable de gran guerrero, a un hombre con
sentimientos, debilidades y pasiones.
Supimos que Mauricio tuvo un amor, su gran amor de juventud, y que este le
fue arrebatado por la muerte, de la muchacha tras el parto provocado por la
paliza que le propinó Salvador Castro, quien previamente la había dejado
embarazada. Una muerte trágica por la que descubrimos que había sufrido en sus
carnes esa gran pérdida dejándolo solo y vacío, y que desde aquel momento, se
entregó en cuerpo y alma al cuidado del hijo de su gran amor, aferrándose a él
pues era lo único que le unía a ella, a Amparo. Por eso, según explicó en una
secuencia a Pepa y Tristán, se quedó en Puente Viejo, bajo las órdenes de la
doña. Mauricio, el fiel capataz, que ya se había ganado la confianza de su ama,
sería el carcelero y guardián de Efrén, el que le cuidó, y al que llegó a
querer como a su hijo. Así lo demostró con aquel grito desgarrador que lanza en
plena plaza tras la muerte del muchacho. Mario Zorrilla, me hizo llorar en
aquella escena, y lo ha vuelto a hacer mientras componía este escrito.
Magistral interpretación de Mario Zorrilla, que grande eres!!
Supongo, para poder dar una explicación a esa devoción y complicidad entre
ama y siervo, que a estos dos personajes, les unía el mismo fin, el odio hacia
Salvador Castro y eso les unió de por vida.
El duro, e implacable capataz, sufrió con la muerte del muchacho, y desde aquel
momento, desde aquellos viejos capítulos, a Mauricio se le rompió algo por
dentro, había comprendido que Pepa era una buena mujer, y empezó a ver a la
Doña tal y como era, perdiendo en aquellos momentos parte del caparazón de esa
abnegada sumisión y obediencia, que supongo aprendió de las enseñanzas de sus
ancestros, que le inculcaron desde la
más tierna infancia, como se les inculcaba en aquellos días a todos los niños
del pueblo llano. El honor, la obediencia, la servidumbre, el acatamiento, la sumisión,
el saber comportarse para con sus amos, la palabra dada, el todo por los señores,
el todo por la patria, el todo por todo,
quedando las personas humildes, relegadas a un segundo o último puesto en el
escalafón de la humanidad.
Por aquellos tiempos un siervo era menos que nada, y conseguir un trabajo
era mejor que todo. Llevar un jornal al hogar, y tener la gran suerte de que
una gran señora, te acogiera a su servicio, era toda una proeza. Para Mauricio, estar en la casona como
capataz, era toda una carrera. Debía agradecer aquella confianza a la doña,
fuera cual fuera su mandato, acatando las órdenes, el cumpliría sin dudarlo un
instante y le sería fiel hasta la muerte. Esa dependencia que tenía el servicio
hacia sus amos, era de lo más natural y entiendo que actualmente, mucha gente no
lo pueda llegar a entender, pero si miramos un poco a nuestro alrededor,
veremos que en algunos lugares del mundo, no muy lejanos a nuestros hogares, todavía
se rinde pleitesía, y fidelidad a otro semejante por el simple hecho, de haber
nacido en un hogar con dinero, y seguimos trabajando a su servicio, sin apenas
decir ni mu, tal y como hacía el capataz.
Pero volviendo a Mauricio tras el salto temporal, volvió a cambiar. El
haberlo ascendido a alcalde de Puente Viejo, relegando al anterior a menos que
nada, le dio un nuevo brío, y la bondad que se perfilaba en los últimos días de
Pepa Aguirre, se fueron perdiendo tal como pasó con el cuerpo de la
muchacha. Se evaporó.
Volvió a ser el de siempre, amenazando al nuevo curita de puente viejo,
porque le estaba soliviantando al personal . Imponiendo su voluntad por todo Puente Viejo. Aunque a veces, volvía a resurgir el
Mauricio dulce y tierno que lleva en su interior y que rara vez sale a la luz.
Mauricio en esta etapa, demuestra un apego especial por María, la ahijada de Doña Francisca Montenegro.
Y, como buen aprendiz de endriago, y mano derecha de la
retorcida Doña Francisca, supo aprovechar su momento, trabajando esta vez, para
su propio beneficio. Las malas artes adquiridas al lado de su dueña, las utilizó
y muy bien por cierto, para sacarle los buenos cuartos al despiadado de
Fernando Mesía, ( y yo que me alegré) cuando y después de que Tristán le pusiera implantara la duda sobre la incredulidad
de que el caballo de María se encabritara, descubrió que la cincha de Miopía,
estaba cortada expresamente por, Fernando Mesía, destapando las malvadas intenciones,
del joven, para acabar con el gran amor que se profesaban Martín y María,
intentando matar a esta y de paso, quedarse con su herencia.
Y que podemos pensar de esa acción? Mauricio a pesar de los cuartos que pudo
acaparar con el chantaje que le hizo al joven Mesía, no dijo nada de lo descubierto a la vuelta de su dueña, no dijo nada a nadie con anterioridad, demostrando aquí otra vez, la falta de
escrúpulos que todavía anidaban en su persona, o la torpeza por no adivinar que
podría ser víctima de su propia trampa.
Porque se comportó así? Que pretendía? si le tenía un cariño especial a María,
tal y como demostró en tantas ocasiones, defendiéndola del malvado Fernando, o cuando llegó al Jaral para llevarle la muñeca que había
reparado el mismo, en señal de verdadero afecto y de buen corazón. Mauricio es
sorprendente!!
Otro de sus momentos, que nos manifestó que sus buenos sentimientos se
escapaban por su poros, fue cuando Martín destrozado por la paliza y el
entierro en vida, al que había estado sometido, por Fernando llega a la casona
acompañado por Dolores y después de que Fernando la echara a patadas de allí,
intentó arremeter contra el pobre Martín, apareciendo Mauricio en escena para
llevarse al hijo de la Partera de allí, en un acto de compasión. Compasión que
también tuvo con Olmo Mesía, salvándolo de la tremenda paliza, que le estaba
propinando el joven Mesía.
Otra de las escenas en las que
también comprendí que en su interior algo había cambiado, y que ya no era aquel
capataz tan encomiable con la doña, fue,
cuando Francisca intenta acercarse a María pues esta ya vive en el Jaral.
Cuando Mauricio lo descubre, y ve que está manipulando lo sentimientos de su
ahijada fingiendo que le regala a Martín, el reloj de Tristán, y por el
contrario la doña le confiesa que lo que quiere hacer es romper la relación de
su ahijada con el curita, y culparlo de la muerte de Fernando. Mauricio se
incomoda, no le gusta aquella decisión y avisa a Don Anselmo a que acuda en
ayuda del muchacho, desobedeciendo las órdenes de Francisca.
Otra vez, fue cuando desaparece Esperanza, la hija de María, cuando todos
la buscaban y ella la daba por muerta, diciendo que era un castigo como el de
la biblia, Sodoma y Gomorra. Todo lo que le espeta la doña por esa ponzoñosa
boca viperina, en referencia a la bebe, tampoco lo acepta de buen grado, y la
mira con censura.
La amenaza que Francisca, lanza a Mariana cuando esta deja la casona,
tampoco es de recibo para Mauricio, que rápidamente pone sobre aviso a la
muchacha, aconsejando que se vaya de Puente Viejo.
Últimamente, y de vez en cuando, muchas de las cosas que hace, dice o piensa
la doña, no le llenan de satisfacción como hacía antaño, las cuestiona, las
razona, e intenta disuadirla, y por otro lado, y en otras ocasiones, quiere
realizar, el mismo, las acciones más
villanas, como la rotura de la presa, que incluso recrimina a la doña, el no
haberlo hecho él, o la muerte de Fernando Mesía o la del mismísimo Fulgencio, o
cualquier otra cosa que sugiera la doña, él quisiera hacerla, y se da cuenta de
que ya no cuenta tanto con él, que trabaja a espaldas suyas, que ya no es tan
necesario.
Últimamente, Mauricio es más familiar, juega a futbolín en la misma casa de
comidas de pareja con don Anselmo, donde años atrás se le prohibía el paso.
Alfonso, ya le ha perdonado las palizas que le propinó a su hermano Juan. Y
hasta Mariana, y Rosario le hablan con cariño, y ese trato es reciproco… Ahora
conversa con Raimundo, con Martín y María, Emilia con los Mirañar… cosa
impensable tiempo ha. Asiste a las bodas, hace regalos, disfruta y ríe con
Hipólito y sus ocurrencias, incluso bailar con él. Ese momento me reí como una loca... que bueno, igual que con el espantapájaros y en muchas más ocasiones.
Mauricio es, un personaje con muchos matices, con muchos registros, muy
completo porque Mario Zorrilla lo borda. Dando vida a un Mauricio que
transmite, que se hace querer, que nos da, una de cal y otra de arena. La
bondad, y la maldad, aparecen y desaparecen por ensalmo, como el Guadiana. No
sabes nunca por donde saldrá, ya que bajo esa apariencia de fortachón, robusto, y tosco, cuando miramos en el interior de sus ojos, sabemos que se
esconde una dulzura que de salir a flote, llegaría a conquistar a todos los
Puenteviejeros, y a sus seguidores, pero también sabemos que esto no puede
suceder… Y aunque si hubo una mujer Griselda, que parecía estar a la altura, que era hermosa, joven, dinámica, elegante... le iba como anillo al dedo, era la pareja ideal para Mauricio, y a pesar de que el fiel capataz se despide de la doña y lo deja todo marchando con ella, su relación, no cuajó, porque Mauricio es así, solitario,ermitaño, tal y como es.
El fiel capataz, es un complemento primordial de la doña… Igual que el tridente, es la pieza inseparable del diablo, y así debe ser.
Imagen de la pagina del facebook de Mauricio Godoy |
El fiel capataz, es un complemento primordial de la doña… Igual que el tridente, es la pieza inseparable del diablo, y así debe ser.
Felicidades Mario, por la tremenda interpretación. Te adoro, mi querido
capataz, por muchos años. Viva Puente Viejo.
A más ver.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue bonito ha sido echar la vista atrás, ha sido bien malo y cuanto lo hemos podido odiarlo.... la madurez está haciendo mella en él y se nos está hablando. Mi viejo Mauricio, mi adorado Mauricio...
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