Ahora que estamos pasando por unos momentos de inminentes cambios en Puente Viejo, de nuevos escenarios, nuevos personajes, me encuentro tramas, que no me llenan, y cuestiones que no terminan de ahondar en mi persona, y es cuando me he parado en algunos argumentos, que anteriormente me habían pasado desapercibidos, ya bien porque pasaba rápidamente sobre ellos buscando la trama que me interesaba o bien porque les veía sin atender, se me hacían tremendamente pesados y sin sentido.
Y no hablo del trabajo del actor, pues estos personajes siempre he considerado
que trabajaban maravillosamente. Os hablo de la trama de los “Mirañar”. Una
familia que está desde el principio de la serie, y que cada día ponen el punto
de locura, simpatía, imaginación, al capítulo del día. Son unos personajes pintorescos, i caricaturescos,
llegando en algunas ocasiones hasta el más absurdo de los ridículos, pero
siempre con un trabajo actoral magistral. Y hoy voy a comentar el maravilloso
trabajo de los Mirañar.
Tanto Pedro como Dolores, Hipólito y Quintina, bordan el papel como ninguno,
sus actuaciones son buenísimas, porque no es simplemente aprender un texto, es
poner su persona en cuerpo y alma, al servicio de los Mirañar, sus voces, su
tono, sus gestos, y las expresiones en sus rostros lo dicen todo, ponen el
toque cómico a las tramas, que antes eran necesarias por el gran contenido
emocional, y sentimental que estas tenían, pero que ahora siguen existiendo con
vida propia, siendo una parte importante de Puente Viejo, y que cohabitan sin necesidad de romper nada de la tensión
emocional ya que hoy por hoy, es totalmente, inexistente.
Tengo que deciros que de todos ellos, a cual mejor. Me inclino un poquito más
por la chismosa de Dolores, esa mujer me encanta, hace un papelón… con ese
absurdo comportamiento, con esa gracia que le caracteriza, ese carácter tan
chismoso, que de todo se quiere enterar, y no para juzgarlo, sino simplemente
para compartirlo con sus comadres, para ser la primera en informar…
Es como si en aquellos tiempos Dolores fuera el Facebook de la época,
explica a todos lo que le llega a sus oídos, tal y como hacemos ahora ante la
pantalla, comparte comadreos, como hacemos nosotras cuando nos llega una
noticia que creemos de importancia, tan solo por ser la primera en comentar.
Como pasa en muchas páginas, que intentan ser las primeras en dar la noticia.
Dolores sería el muro de los Mirañar.
Todos ellos, irreflexivos, locos de atar, pero en su interior, guardan un
corazón noble, tan grande como el pueblo. En los momentos más difíciles, siempre
han estado al lado de sus vecinos, ayudando como los primeros, y aportando su
granito de arena. Aunque siempre parezca que es por interés, y muchas veces esa
vena “interesada” se ve abiertamente, son entrañables y queridos por todos. Sin
ellos puente viejo no sería lo mismo. En el fondo se les tiene en alta estima.
Son todo, bondad y amor, aunque parezca completamente lo contrario. Así lo
demostró el pueblo en la boda de Hipólito y Quintina, en la desaparición de
dolores en la riada, en la enfermedad de la misma Quintina, cuando enfermó por
el veneno derramado en el agua y pensábamos que moría… En muchas ocasiones.
Y reconozco que la mayoría de los capítulos pasaba de puntillas por el
colmado y todo lo que tuviera que ver con ellos, había mucho que ver y mucho
que disfrutar y quería verlo con premura, quería llegar a las tramas de los
protagonistas, sobre todo como ya sabréis todas mi preferida, Martín y María.
Tramas de gran contenido, que encontraba entre sus calles, en la Casona, en la casa parroquial, en la
confitería. Tiempo atrás, la lucha por
los amores de Pepa y Tristán, la obsesión de Olmo para con Soledad, el amor de
esta por su Juan, la equilibrada, adorable y hermosa pareja Alfonso y Emilia,
hasta la tortuosa historia de amor de María y Martín, pasando por la maldad más
extrema de Fernando Mesía, junto con la pérfida y demente de Jacinta, la llegada de la esperada hermana de Martín, la
verdadera Aurora Castro, y la dulzura más tierna de Tristán y Candela, junto a
muchas otras tramas más.
Y es ahora, que buscando cada día algo que me afianzar de nuevo a alguna
“historia” para continuar con esa ilusión perdida, algo que me lleve de nuevo a
sentir ese amor que ya no encuentro, es cuando me he encontrado a mí misma, entretenida,
y atendiendo con curiosidad las conversaciones y las bufonadas que regalan a
espuertas, nuestros queridos Mirañar. Y no es que tenga nada en contra de
ellos, al contrario, pero al verme así me he formulado la pregunta de rigor.
¿Cómo que durante 3 años he pasado planeando sobre las secuencias de los
Mirañar y ahora me recreo en el colmado?
Pues porque ahora, me doy cuenta de que no hay nada que me mantenga con
esas ganas de saber que sucederá en el capítulo, que secreto se descubrirá, que
noticia llegará a Puente viejo que lo pondrá todo al revés, que maldad hará la
doña contra Raimundo, contra Martín, o contra quien a ella se le tercie. Ya no
existe un endriago llamado Fernando, que era junto a la doña y Mauricio, junto
con Olmo Mesía, un deleite del lado oscuro, maquinando un sin fin de
situaciones, de desencuentros, que me mantenían día tras día, pegada al serial.
Ahora me paro para ver, escuchar, y entender las más alunadas situaciones
de la familia Mirañar, y los más rocambolescos sucesos. Y aunque la sonrisa
haga presencia y aflore a mi rostro, en el transcurso de la duración del capítulo,
mi tristeza interior me impide disfrutar del resto de las tramas, pues en cada
momento, presiento que esto se acaba, que el tren llegó a su destino, y siento
un gran pesar, pues llega trayendo nuevas historias, nuevos personajes, nueva
cabecera, pero yo no encuentro en que o con que, me voy a deleitar.
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