VIAJE A CUBA
CAP 1- ¿QUIEN ES, PILAR?
Aquella mañana Aurora, Martin y María se habían reunido en el salón del
Jaral para poner en orden toda la correspondencia que les había entregado Bosco
el día anterior. El corazón acelerado de los muchachos marcaba el ritmo de la
velocidad con que los ojos de los jóvenes buscaban con curiosidad las fechas de
las misivas para poder leerlas cronológicamente, e intentar entender todo lo
que habían leído en la carta que les entregó Hipólito, de mano de doña Pilar.
Fueron abriendo una a una las cartas, y descubrieron con asombro su
contenido.
Pilar, era una mujer, que al igual que su padre Tristán había sufrido los
avatares de la guerra de Cuba. Durante el día era la dócil hija de un alto
cargo militar estadounidense, y en cuanto podía escapar o cuando el manto de la
noche ceñía la ciudad, marchaba enfundada en un disfraz, para luchar
clandestinamente por la libertad de Cuba y la igualdad de todas las mujeres. De
ideas liberales y contrarias a las de su progenitor, Pilar era una mujer
valiente, rebelde, que se entregaba a la causa voluntariamente y entregaba todo
su amor hacia los demás a manos llenas.
Era una muchacha hermosa, educada, instruida, pero bajo esa dulzura y
delicadeza se escondía una mujer corajuda como la que más, a la que no le
importaba agarrar una escopeta y echarse al monte para defender la causa del
que consideraba su pueblo, y luchar junto a los mambises, para echar a los
españoles de Cuba. Pilar, se había cruzado con Tristán en los bosques de la
Habana, se había conocido en plena batalla, aunque en bandos contrarios. Ella
pudo escapar, gracias a que Tristán llegó a tiempo y dio muerte a tres de sus
superiores, en el preciso momento en que pretendían abusar de varias mujeres, entre
las que se encontraba ella. Asesinato que
tiempo después y una vez ya en España, su
compañero Maximiliano denunciaría a cambio de dinero y que estuvo a punto de
costarle la vida ante un pelotón de fusilamiento.
Pilar fue liberada en plena noche junto a un puñado de jóvenes, y desde
aquel momento, desde el momento en que cruzaron sus miradas supieron que
nacería un nuevo sentimiento. Cada vez que tenía oportunidad, Pilar, buscaba Tristán,
entre los parajes cercanos a la Habana, aún a riesgo de volver a ser capturada.
Con el tiempo, esas visitas fueron más continuadas, eso les llevó a buscar un refugio
donde poder verse a solas y lejos de la crueldad de la guerra.
Por lo que comentaba en sus cartas, esos encuentros fueron cada vez más frecuentes,
y deseados ya que les proporcionaba el bálsamo que apaciguaba su sufrimiento
tras las terribles y crueles realidades que se vivían y sufrían en ambos
bandos.
Según Pilar, mantuvieron una corta pero intensa historia de amor, al menos
por parte de quien escribía aquellas letras, ella, Pilar, sabía que Tristán
estaba casado, pero su amor hacia él estaba por encima de la ética y la
moralidad de la época, y no le impidió entregarse en cuerpo y alma a aquel ser
tan solitario, dándole todo el amor, comprensión, apoyo y ternura de la que era
capaz de contener. Tanta fue su entrega
que quedó preñada del capitán, pero esa buena nueva no la supo hasta que Tristán
ya estaba en España.
Según comentaba en sus misivas, al marchar Tristán a España ella quedó
sumida en una profunda melancolía, esperando día tras día, año tras año alguna respuesta
a sus cartas, a su incertidumbre por no saber de él. Nunca le dijo nada de su embarazo, sabía que él
se debía a su vida y a su mujer, que lo que había pasado entre ellos era un
amor unilateral, incompleto, dónde Tristán le dio su cariño, pero que en el fondo
de su alma sabía, que ella había sido un desahogo, un refugio a tanto dolor, a
tanta muerte, una isla entre tanta crueldad.
Tristán, era fiel a sus principios y sus creencias, pero la soledad, y la
lejanía le hicieron sucumbir en los brazos de Pilar, que le llenaba de coraje y
amor para continuar cada día hacia delante, y poder vivir, tan lejos de los
suyos.
Aurora, Martín y María, se quedaron absortos tras la lectura de aquellas
cartas que devoraron en apenas unos minutos. Después de leer todo el contenido, llegaron a
la conclusión que nada de lo que esa tal Pilar decía en sus cartas, desvelaba
lo que con tanta ansia buscaban, nada contaba de lo que ahora, y a las puertas
de la muerte, le quería explicar a su padre.
Pero para ellos, para los hijos de Tristán, lo que habían ido descubriendo
sobre aquella mujer, a través de aquella lectura, les había llenado de zozobra.
El embarazo de Pilar, y la duda que ahora se había implantado en sus corazones,
les agitaba el alma. La incertidumbre al no encontrar ninguna aclaración sobre el
embarazo, les hacía vacilar. No hablaba nada del hijo de ambos. O quizá nunca
nació. Quizá… Esa incertidumbre hizo que Martin rompiera la voz de Aurora que durante
unos minutos estuvo relatando toda la lectura, y que tan absortos les había
tenido hasta aquel momento.
—Hermana, creo que deberíamos averiguar si hay algo más, detrás de todo
esto. Es duro descubrir la existencia de este amor que padre tuvo con esta
mujer. Pero peor es quedarse con la duda de…—Martín no sabía cómo expresar esa
zozobra que le bullía en su interior.
—De que Martín?
—De que va a ser Aurora. Y si existe un hermano, si tenemos otro hermano
allí, en Cuba. Y de ser así, y si como dice en su escrito Pilar ya está muerta,
que será de él? Tendrá posibles? Vivirá bien? Donde estará? Que quería de padre? Y si al ser
hija de militar y al quedarse preñada la
hubieran repudiado? Y si ha tenido que subsistir al tener un hijo, ella sola?
Aurora, ante los nervios de su hermano, intervino entre sorprendida por lo
que acababa de leer y enojada por no haber sabido nada antes.
—Hermano, tranquilo. Es cierto que tenemos muchas preguntas sin respuesta.
Pero lo que más me crispa los nervios, es que como siempre, nuestra querida
abuelita escondió todas estas cartas a padre. Él y solo él tenían que tomar
decisiones al respecto. Él sabría si contestarle o dejar de hacerlo. Y mi pobre
padre, se murió sin saber nada de Pilar ni del embarazo En el fondo esta mujer,
Pilar, me da pena. Y todo por esa arpía de doña Francisca.
—Aurora— interrumpió Martín—Me cuesta un mundo aceptar que padre tuviera un
amor extraconyugal, era un hombre de principios, pero… No seré yo quien le
juzgue, ni permitiré que nadie lo haga, no somos quienes para juzgarle, la
guerra, la soledad y la desesperación de la batalla, hacen al hombre vulnerable,
y hasta los más dignos hombres comenten actos que en una vida plácida y cerca
de los suyos, serían incapaces de hacer. Pero tienes razón Aurora. Como siempre
la mano negra de Francisca Montenegro está detrás de todo este entramado, así
que ahora mismo, iremos a pedir explicaciones a Francisca.
Martín hizo ademán de levantarse de la mesa donde estaban leyendo las
cartas, pero María le sujetó del brazo.
—Gonzalo, no creo que sea buena cosa, ir a pedir explicaciones a Francisca,
y en el estado en que vas a enfrentarla, nunca te las dará, y podríamos al
descubierto que alguien nos dio esas cartas. Si no decimos nada al respecto,
podremos actuar con ventaja, y protegeremos a Bosco, tal como le prometimos.
Ella de momento, no sabe que las tenemos en nuestro poder. Así que seamos más
inteligentes y analicemos la situación.
—Si hermano, María tiene razón. Pensemos que es lo que vamos a hacer al
respecto, y actuemos en consecuencia.
—Quizá tengáis razón. —dijo Martín volviendo en si—Pero no se me ocurre
otra cosa que…
—Que hermano, dinos, que se te ha ocurrido?
Martín miró a su hermana y a María. Respirando profundamente dijo.
—Pues, que tendremos que ir en busca de respuestas.
—Ir? Ir a dónde? —preguntó María con el alma en vilo.
—Pues, ir ... en busca de… la única persona que nos las puede dar.
María y Aurora se miraron comprendiendo lo que había querido decir Martín.
Este se levantó y caminó por el salón. María y Aurora hicieron lo propio. María se acercó a Martín, asió su brazo y le
miró buscando la respuesta en su mirada, esa respuesta que tanto temía, y que
al contemplar sus ojos, comprendiendo lo que su esposo había decidido. Martín
miró a su mujer, la sujetó por los brazos y le dijo con toda la dulzura que fue
capaz.
—Si María, tengo que ir a buscar a Pilar, debe de explicarnos esa revelación
que quería decirle a padre, ese secreto que ha guardado durante tantos años. No
podemos quedarnos con los brazos cruzados sin saber, me atenaza la angustia por
no saber… y…si tengo un hermano? No podemos quedarnos así, necesito qué Pilar
nos dé explicaciones, sobre ese secreto que cambiaría la vida de mi padre, y
que de momento está cambiando las nuestras.—Hubo un silencio general. Martín
prosiguió y con voz queda dijo—Tengo que ir a Cuba.
—Pero… Gonzalo, mírame…— dijo María desesperada— como vas a ir a Cuba. Cuba
no está aquí a la vuelta de la esquina. Cuba está… lejos... muy lejos Gonzalo.
—Si hermano. No puedes ir tú, tienes que cuidar de María y de la niña, de
las tierras y de todos.
—Aurora, quien lo va a hacer si no. Tú? No lo permitiría, es un viaje muy
largo y no sabemos si Pilar todavía vivirá, tendrías que ir de ciudad en ciudad,
de pueblo en pueblo, buscando hasta dar con ella.
—Pero…
—No se hable más. Iré yo.
—Pero Gonzalo, debe haber otra manera, como bien dices, es un viaje muy
largo, meses y meses fuera de tu hogar. Yo…yo no podría estar sin ti—María, llena de
angustia, acariciaba el rostro de su esposo, con un amor infinito, con miedo en
sus ojos, por lo que acababa de escuchar, y por lo que conociendo a Gonzalo
sabía que no habría marcha atrás. Respiró profundamente, sin dejar de mirarle.
—Pues… si tú vas. Yo iré contigo.
—María… de ninguna manera—dijo con firmeza—Es un viaje muy largo y agotador.
Tu lugar está junto a nuestra hija, cuidándola y velando porque esté tranquila
y feliz. No la podemos embarcar en un viaje lleno de penalidades sin rumbo fijo,
y no la podemos dejar los dos. De ninguna manera. Tu sitio está aquí, junto a
ella.
—No, Gonzalo. Mi sitio está contigo. Yo no puedo vivir sin ti.
—María— intervino Aurora—Mi hermano tiene razón. Es mejor que vaya él solo,
sin equipaje, irá más rápido y mejor.
María no podía dejar de mirar a Martín. Él, con su mirada fija clavada en
sus ojos, pensaba en lo que estaba por venir, en su obligación como cabeza de
familia, en su deber como sucesor de Tristán Castro y en que solo tenía un
camino, separarse de lo que más quería en la vida y viajar a Cuba, en busca de
la verdad.
Aurora, respiró profundamente mirando las misivas que habían quedado
revueltas sobre la mesa. María abrazó con fuerza a Martín y este se abandonó
entre sus brazos dándole un beso en la mejilla, mientras decía.
—Todo irá bien, María. Todo irá bien.
—Gonzalo.
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Espero os haya gustado.. al menos entretenido..
A más ver.
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