14 de noviembre de 2014

TRISTEZA EN EL CORAZÓN - EL AMOR EN PUENTE VIEJO.

TRISTEZA EN EL CORAZÓN.
EL AMOR EN PUENTE VIEJO.

Y todo empezó de nuevo, cuando  el curita y María aquella cálida noche, estuvieron tan cerca el uno del otro, cuando sus corazones se rozaron en ese mismo palpitar, cuando ambos respiraban su aliento, cuando sus ojos se entornaron para fijar su mirada hacia esos labios que pedían a gritos un beso de amor...la tentación del amor, prohibida por el joven y apuesto diácono. 



 Esa misma noche, en la que por mucho que lo habían intentado no pudieron evitar caer en la tentación, y se dejaron llevar por ese amor tan fuerte y puro, fue donde empezó la mágica y trágica historia del amor más bonito que he visto en TV, y quizá haya visto en mi vida. Al menos lo he vivido con intensidad, sintiéndolo en la piel... Ese día en el que Martín dijo a María aquella frase tan bonita... “”Sufriremos mucho María… “” Y no solo ellos, todos hemos sufrido, amado y soñado con ese amor que  ha arrastrado a más de dos millones de personas haciéndolas disfrutar y vivir junto a ellos.



Pues si…. Puente viejo, era AMOR.  Todo olía a amor, todo sabía a amor, nos ofrecían momentos de amor, la serie rezumaba amor por todas partes, amor prohibido, amor obsesivo, amor de amigo, amor maternal y/o paternal, amor fraternal, amor por el prójimo.

Esas tramas cargadas de sentimiento, fuerza y pasión, que nos emocionaban día tras día, esperando poder ver y disfrutar de cada capítulo, de cada diálogo, de cada expresión, sintiendo un coctel de emociones a cada paso.  Puente Viejo fue calando en sus seguidores, poco a poco, capítulo a capítulo, haciendo que ese mundo imaginario, formara parte del nuestro, de nuestro mundo diario.

Todo por amor!! Historias llenas de amor… el que hoy, digo con tristeza, no encuentro en estos momentos con los nuevos personajes de la serie... Pero… recordemos:

El icono de Puente Viejo, como digo en este artículo “era el amor”.

El amor frustrado de Doña Francisca Montenegro y Raimundo Ulloa, un amor puro que se tornó, triste y negro como la noche por los vericuetos del destino. El amor de Pepa la partera y Tristán Castro, una pareja que mantuvo a todos los espectadores dia tras dia, pegados a la pantalla, luchando desde nuestro salón para que llegara el momento en el que pudieran por fin, conseguir vivir su amor libremente, y juntos pudieran disfrutar de su hijo, Martín, el que nació del vientre de la Pepa y que está en la serie desde el minuto 1 y al que queremos más que a ningún otro, por ser quien es. El hijo de la partera.



Unos de los mejores, más tiernos, dulces y trágicos momentos, fue sin duda ese, el amor maternal que tuvo Pepa para con su hijo Martín, ese amor que todavía revolotea y se huele en Puente Viejo, un vínculo, que enlaza toda la historia de principio a fin, ese amor junto con el  amor paternal que disfrutamos cuando se reencontraron Martín y su padre Tristán,  esas escenas fueron de una potencia sentimental enorme, unos actores con una química excepcional… supieron transmitir y hacernos creer que eran padre e hijo y que sufrían y sentían de verdad y eso solo se consigue con una magistral interpretación, una interpretación que nos hacía emocionar en todas las ocasiones que sentíamos el amor que se ofrecían ambos, su complicidad, sus miradas, sus abrazos, sus gestos de cariño. Magnifico. Este amor junto con el de Pepa y Tristán, fueron el corazón de Puente Viejo, su puntal, su historia, la espina dorsal de la novela, el centro de las miradas, de las alegrías y llantos de todos sus seguidores.




Pero Puente Viejo es grande… y encontramos más amores. Si miramos atrás, nos encontramos, el amor de una verdadera amistad, la amistad de Pepa y Emilia. Disfrutamos del amor de parejas tan bonitas como el amor de Soledad con Juan, un amor tortuoso que acabó con un triste final, pero que fue muy intenso mientras duró. Como el de Paquito y Mariana un amor tierno de la inocencia.  El amor de Alfonso y Emilia, que nació en la infancia, y fue creciendo con cada latido de corazón y con cada sonrisa del otro, un amor que ha ido ganando terreno a esa amistad, mientras la vida pasaba lentamente por Puente Viejo. El amor de Emilia y Alfonso es para otro artículo porque se lo merecen es un amor adorable, estable, duradero y firme, que todavía y a fecha de hoy, permanece fuerte y tierno como ninguno, ofreciéndonos esos momentos Kukuis, que el grupo de Alfonso y Emilia tanto nos gusta ver.


Después hubo un salto temporal, tras la muerte de Pepa, todo un icono, de la serie, un salto de 16 años, y en esa ocasión volvió a brotar de nuevo el amor, y creo que triunfó más que antes si cabe, llegando a superar los dos millones y pico, de televidentes, sin contar los que como yo, vemos la serie nocturnamente.

Y volvimos a sentir y a ver el ingrediente principal de la novela. El amor, en todo su esplendor. Una historia de amor, como hacía años no veía, una historia de amor, que no sé cómo, pero me atrapó como si fuera la  partitura de la música celestial que tocaba el flautista de Hamelín.., y fui cayendo sin remedio en la profundidad de sus miradas, en cada uno de sus besos y en el susurro de sus palabras, siempre cargadas de amor. El amor de un hijo, Martín, un hijo que vuelve a Puente Viejo en busca del amor y del cariño de una madre,  un hijo que nunca podrá volver a verla, que no podrá hablar con ella, Pepa, que sufrió lo indecible por encontrarlo, y que a pesar de todo, nunca lo dio por muerto.

Vivimos escenas maravillosas, de amor paternal pero esta vez con una ricura de personaje, Don Anselmo, que a su vez también hacía de amigo, guía y confidente. Nunca olvidaré las escenas entre ambos, pero la que más me gustó, es la que el padre Anselmo reconoce al hijo de la partera en Gonzalo, en aquella confesión, esa escena me llegó al alma , ver a don Anselmo abrazar a aquel niño que dieron por muerto, mirarlo con devoción, llorando de alegría… fue magnifico, como la que nos ofrecieron cuando Gonzalo confiesa a Tristán que él es Martín. Un escenón, o la escena de Rosario, emotiva, tierna, maravillosa. Bravo por todos estos momentos.



Vivimos, también junto con él, el amor al prójimo, el que derrocha Martín, con Candela y con todo el que le rodea, cuando todavía era el padre Gonzalo. Y llegó, el amor fraternal, el que regala a su hermana Aurora cuando la reconoce en la casa de don Anselmo, un amor tan tierno, como puro y tan cariñoso, como dulce, ese amor que sienten los dos hermanos, esos que tienen ese único vínculo, el que les unirá para siempre, ese vínculo que ninguno de los hermanos venideros tendrá. Ellos para mí son los HIJOS DE LA PARTERA. Los que, como dijo Aurora al confesar que eran hermanos, han nacido del mismo vientre. Maravilloso.

Pero lo que realmente ha subido la audiencia a cotas inimaginables es el amor a fuego lento de Martín y María, que junto con Fernando formaron  un triángulo exquisito.. El hijo de la partera, enamorado de la hija de Emilia Ulloa su querida amiga, y enredado con el amor enfermizo de Fernando Mesía, de tal palo tal astilla. Esa historia de amor, ha sido GENIAL.

Sentimos el amor pasional, el que tanto nos ha llegado al alma, el que tantos ríos de tinta ha derramado por toda la red. El primer amor, el infinito, el mágico, el de toda la vida, el que se sufre, que se disfruta, que se roba a la cruda realidad, construyendo un castillo común e íntimo, para los dos amantes, buscando rincones escondidos, fuera del alcance de los ojos del resto de los mortales.  Este amor que huele a nuevo, a aventura, a ternura, a pasión.

Y ese amor nos llevó hasta aquí, y es donde hago mi reflexión.

No siento las mismas emociones que antes, no siento los mismos placeres que antes. Sigo viendo Puente Viejo, por los actores que desde el inicio están ahí, grandísimos actores, y por ellos por el cariño que les tengo, sigo ahí, pero es cierto que la nueva andadura, no me produce ningún tipo de sensación positiva. Me encuentro viendo una serie normal, con situaciones repetidas, con amores rápidos y superficiales, y entiendo que quizá solo sea mi percepción, pero en todas partes por donde paseo a diario encuentro el mismo comentario… los nuevos protagonistas no los sentimos como tal. Con todo respeto, para ellos, pero creo que aquí, con esta trama no van a conseguir enganchar. Otra cosa será si como espero y deseo, el hijo de la partera vuelva pronto... Como los turrones por navidad y volvamos a revivir nuestra ilusión, esta que todavía tenemos a medio gas. De lo contrario se seguirá pero con menos ilusión y menos intensidad. Y quizá para la productora ya le valga, y para el bolsillo también, pero las fans son las que deciden si un producto les llega o no...

Estoy deseando tener noticias de la vuelta de Jordi Coll, porque una historia tan bonita, tan maravillosa con tantas tramas inconclusas, no puede quedar así. El AMOR en MAYÚSCULAS  tiene que volver a Puente Viejo. Ahora solo existe cariño en las parejas consolidadas que son lo que me mantienen aquí, Alfonso y Emilia, Mariana y Nicolás, Hipólito y Quintina, incluso los Mirañar... por ese cariño que tenemos a todos los personajes iniciales de la serie, solo por eso, ya que solo encontramos puro sexo en la pareja principal, su amor no llena... si que tiene seguidores pero no llega... y esto junto con la patada que (quizá por obligación) se ha dado a la pareja PRINCIPAL de Martín y María, en la cabecera de la novela,  ha sido lo que ha desencadenado un rechazo, y producido el efecto contrario a lo que se preveía. Un salto o un cambio como el que se realizó, con un seguimiento incluso superior al anterior, es una situación que pasa 1 entre 1000 y es evidente que esta nueva etapa, no termina de convencer y algo se tiene que hacer al respecto.

Supongo que igual que yo, muchas esperarán hasta el capítulo 1000, y que para volver a ilusionarnos, para ese entonces, tengamos ya de vuelta, a nuestro MARTÍN.  

Besines.



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